
Rilke o el poder del arte
Cuando de hablar de arte se trata, son variadas las voces que pueden dar cuenta del fenómeno estético. Desde intelectuales hasta críticos, el acontecimiento artístico ofrece una ocasión para enmarcar y generar una descripción veraz de lo que una obra de arte produce en el espectador.
Por otro lado, la poesía puede ser un medio, en ocasiones, más delicado que la teoría o la formación estética. Hecha de sutilezas e imágenes metafóricas, el poeta lleva a puerto con viento y gracia a puerto lo que el crítico impulsa con motor.
El mejor ejemplo es el poema Torso arcaico de Apolo de Rainer Maria Rilke el cual reza lo siguiente:
No conocimos su inaudita cabeza,
en la que maduraban los ojos, Pero
su torso resplandece aún como un candelabro,
en el que su mirada, tan solo amortiguada,
se mantiene y brilla. Si no, el arco del pecho
no te cegaría y el leve giro
de las caderas no insinuaría una sonrisa
hacia ese centro portador de la procreación.
Si no, esta piedra sería un bulto deforme y breve
bajo la caída transparente de los hombros
y no reluciría como la piel de un depredador
y no trascendería todos sus confines
cual estrella, pues no hay lugar alguno
que no te pueda ver. Debes cambiar de vida.
Debes cambiar de vida es el final que resume lo que no se puede decir de otra manera. Ese fenómeno que trastoca el ser, que lo desplaza, que lo transforma: el arte