El mundo griego lo tenía claro. Los juegos olímpicos tenían dos ámbitos cie diferenciados: los espectadores y los atletas. El theoreim y la praxis. Los que observan y los que practican.

¿Cuál sería un buen equilibrio para cualquiera que quiera dedicarse a algún proyecto cultural? Parece ser que la respuesta la siguen teniendo los griegos. Hace falta diseñar los proyectos, sostener su fundamento en un cuerpo teórico. Sin embargo, también hace falta llevar a la práctica aquello que se imaginó, o bien, aquello que alguien soñó.

Si no es la misma persona la que diseñó y la que ejecutó, es irrelevante. Lo que realmente importa es cristalizar un proyecto, hacerlo realidad, intentar materializarlo. Ese camino de concreción no es nada sencillo. Desde permisos hasta trabajo burocrático, el emprendimiento es una tarea complicado. El propósito es no cejar, hacer que cada vez haya un mayor impulso por trascender en una idea.

Ese ha sido el sueño de Parque Arte. En su base reside una visión que fundamente la experiencia estética pero que busca llevarse a cabo a través de la gestión cultural. Este binomio es el que permite el patente avance, el evidente desarrollo de una idea. De hecho es un par inseparable hoy en día. Parece un hecho inexorable que el arte sólo pueda ser apreciado desde  un buen circuito o canal de difusión, es decir, desde una curaduría, gestión y promoción de calidad. No es suficiente con soñar.