Una habitación con vistas, imaginar nuestras casas sin barrotes
– ¿Vistas? ¡Ah, vistas! ¡Qué agradable es tener vistas!
– Una habitación con vistas. E.M. Forster
Lucy Honeychurch hace un viaje a Florencia desde la Inglaterra victoriana de clima lluvioso y gris. La joven está comprometida con George. Antes de la boda, Lucy hará el viaje acompañada por su prima y se instalará en un hotel junto al río Arno.
Esta es la historia de Una habitación con vistas de E.M Foster. La obra retrata no sólo una historia de amor, sino el efecto que puede tener una habitación con vistas. De cierta forma, la ventana ejerce un poder que transforma a la joven y la confronta con sus propias decisiones.
La ventana, las vistas, la visión del mundo. No nos detenemos a pensar lo que implica mirar o dejar de mirar al exterior. Un hogar no sólo es el interior, la posibilidad de acogida y el reencuentro con los otros, es también punto focal hacia el exterior y es relación con el entorno.
En este tema se ha concentrado Andrea Lemus* recreando una visión de las rejas en las ventanas tan propios de México. Forja elaborada, – en ocasiones de manera magistral – los barrotes, las celosías llevan un condicionamiento en la manera como miramos el mundo. Entre barrotes se vive es la forma como ha bautizado sus ilustraciones. La imagen que nos muestra transmite la sordidez de un espacio cerrado por barrotes. Un cubo, figura asfixiante para habitar, aloja a una viejecita con su gato. Afuera, en el exterior, un paseante que lleva unos perros que ladran. Es una brillante síntesis de la propia exclusión del interior al exterior y del exterior al interior. Mundos aislados y pocas posibilidades para trasformarnos a través de la vista: una habitación sin vistas.
* lemusbet@gmail.com