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La “flânerie” y las posibilidades de la ciudad

<br /> «Buenas piernas, buenos oídos y buenos ojos (…). Estas son las principales ventajas físicas que necesita un hombre francés para merecer entrar en el club de flâneurs».</p> <p>

 –   Louis Huart

La figura del flâneur nace en el siglo XIX de la mano de Charles Baudelaire. Flâneur significa paseante. Se trata de un personaje que vaga por las calles con mirada atenta. Virginia Woolf lo definió como “un ojo enorme”. El flâneur se impregna de la ciudad,  juega con la distancia y cercanía hacia el derredor. Es testigo a la vez que registro del quehacer humano.

No han sido pocos los autores que han recreado la idea de pasear, de deambular, de perderse en las calles de una ciudad. Walter Benjamin en su obra Los pasajes da cuenta de ello, Robert Walser desde El paseo lo describe de manera magistral.

Hoy en día tenemos diversas autoras que se han interesado en la figura del flâneur y la estudian desde una realidad femenina. ¿Por qué no ha podido la mujer deleitarse de una práctica como la descrita? La autora Lauren Elkin ofrece una visión en su obra: La Flâneuse. La académica neoyorquina  propone una forma menos desapega al tradicional andar baudeleriano y muestra un “vagar” más participativo.

La realidad es que ya sea flâneur o flâneuse, la práctica de la flânerie puede ser un termómetro para medir la seguridad de una ciudad. En tanto sea posible perderse en las calles de una urbe, deambular sin objetivo, olfatear, mirar y deleitarse con los sonidos del mundo, podremos hablar de un espacio en el que se desarrolla una buena vida. Una vida deseable para cualquiera y dondequiera.

 *   Elkin, Lauren. Flâneuse, Women Walk the City.